Egipto y el Cielo: Cuándo los dioses hablan a través de las estrellas

Artículo basado en el libro: "El universo en una taza de café: Respuestas sencillas a enigmas de la ciencia y el cosmos" de Jordi Pereyra.

9 min read

Si te pidiera que eligieras la civilización antigua que más fascina al ser humano actual, ¿cuál escogerías? Es muy probable que las respuestas sean de lo más variadas, pero si hacemos una encuesta, estoy convencido de que, al menos en occidente, 3 de ellas ocuparían todos los podios. Por un lado estarían la Antigua Grecia y el Imperio romano, por su enorme influencia cultural en Europa, y por otro lado, la civilización egipcia, que parece fascinar a todo el mundo. En este artículo analizaremos cuál fue la relación que los egipcios tuvieron con el cielo y el cosmos, y cómo esta cultura asentada a orillas del río Nilo, empezó a comprender algunos de los aspectos fundamentales de la astronomía.

Gracias a que las temperaturas a lo largo del curso del Nilo no suelen bajar de los 5 o los 10 ºC en invierno, a los egipcios no les interesaba tanto predecir los cambios de estaciones como a otras culturas prehistóricas, no existía la preocupación de morir de hipotermia. Aunque la prosperidad de la civilización egipcia no dependiera de su capacidad de prever los cambios de estación, si que dependía de predecir un fenómenos mucho más concreto: la crecida del río Nilo. Durante unos 5 meses al año, el caudal del Nilo crece y el nivel de sus aguas sube entre 7,6 y 13,2 metros, para luego volver a bajar. Al retroceder el agua, la tierra se queda cubierta de una capa rica en nutrientes de limo y tierra, haciéndola muy fértil. De hecho, fue esta excelente fertilidad de las tierras reveladas por las bajadas del Nilo, lo que permitió el desarrollo de la civilización egipcia. Sin embargo, estas crecidas eran muy grandes y bruscas, por lo que el peligro de inundación era palpable. De este modo, predecir cuándo ocurrirían las crecidas se convirtió en un misterio vital. Los primeros asentamientos alrededor del Nilo datan del año 5.500 a.C. y las primeras señales de civilización egipcia aparecen alrededor del año 3.000 a.C. Por lo tanto, los habitantes de la zona tuvieron más de 2.500 años para mirar los cielos estrellados y buscar algún tipo de señal que les permitiera predecir las crecidas del Nilo. Sin embargo, las crecidas no son fenómenos regulares y pueden retrasarse o adelantarse, con lo que era necesario prever el fenómeno con cierta antelación. Los egipcios se dieron cuenta que un punto especialmente brillante aparecía en el cielo nocturno un poco antes de que empezara la crecida. Ese punto es la estrella que hoy conocemos como Sirio, el cuarto objeto más brillante del cielo nocturno después de la Luna, Venus y Júpiter

Constelación Canis Major, con Sirio la estrella más brillante del firmamento (Fuete: Tiempo)

Obviamente los egipcios no disponían de los conocimientos que tenemos hoy en día, y su capacidad para diferenciar casualidad de causalidad era bastante limitada. Por ello, los egipcios no veían la llegada de Sirio como algo que aparecía casualmente con la llegada de la crecida del Nilo, sino que creían que la estrella causaba la crecida del río. Algo parecido podrías llegar a pensar tú, si no supieras que las estrellas (menos el sol) no tienen nada que ver con los caudales de los ríos. Pero qué me responderías a la siguiente pregunta: ¿Cómo es que las estrellas aparecen en el cielo en una época del año? Cuando observamos las estrellas, solo las podemos ver de noche, es decir, en la cara del planeta en la que no está dando la luz del Sol. Además, como la Tierra se va moviendo alrededor del Sol a través de su órbita, la bóveda celeste que apreciamos cada noche cambia ligeramente. Por lo tanto, decir que Sirio “sale” en un determinado día del año, significa que la posición de la Tierra a lo largo de su órbita permite que aparezca en el cielo por encima del horizonte en un lugar concreto de la superficie terrestre. No obstante, sin estos conocimientos, parece lógico que los egipcios pensasen que Sirio era alguna manifestación divina y, de hecho, la llamaron Sopdet, que literalmente significa: “aquella que es brillante” y aparece representada en la mitología egipcia como la diosa de la prosperidad.

Debido a la gran importancia de las crecidas del río, la cultura egipcia desarrolló un calendario que se iniciaba el día que tenía lugar la inundación del Nilo, y duraba 365 días, divididos en 12 meses de 30 días con 5 días extra. Sin embargo, como nuestro año solar dura 365,2422 días (por eso tenemos años bisiestos) el día del año en el que ocurría la inundación se iba retrasando poco a poco con el paso del tiempo, por lo que merecía más la pena fiarse de la salida de Sirio o Sopdet, que de su calendario. Los egipcios no sólo emplearon a Sirio, sino que se dieron cuenta de que la posición de las estrellas también parecía afectar a los cultivos o a la llegada de ciertos animales, por lo que las usaban para saber cuándo plantar o cuando podrían encontrar perdices en una partida de caza. Por supuesto, los egipcios no sabían que esto eran coincidencias y que, en realidad, lo que provocaba todos estos cambios era el propio clima terrestre, que variaba debido a la influencia del Sol, la única estrella que tiene efecto sobre nuestro planeta. Pero los egipcios ignorantes de esta información, siguieron asignando dioses a estos pequeños puntos brillantes de nuestro cielo, algo muy parecido a como las culturas humanas han inventado los más de 6.000 dioses imaginados, basándose en la ignorancia.

Los egipcios observaban como las inundaciones ocurrían en intervalos de tiempo regulares, igual que el paso del Sol, que orquestaba el día a día de los habitantes de las orillas del Nilo. Esta regularidad era vista por los egipcios como una manifestación de un orden universal al que llamaban maat y que era mantenido por los dioses, es decir, los cuerpos celestes. A excepción de la desembocadura en el Mediterráneo, y más allá de las frondosas orillas del Nilo, se extienden kilómetros y kilómetros de puro desierto, habitados por pueblos que los egipcios consideraban enemigos incivilizados del maat. La religión, causa ancestral de las guerras. Las calamidades del desierto, junto con estos supuestos enemigos, hacían que ningún egipcio se quisiera aventurar a cruzar el desierto, por lo que consideraban a la Tierra como una planicie en cuyo centro se situaba el Nilo y que estaría rodeado por un océano infinito. Durante el día, el Sol (Ra) recorrería el cuerpo de Nut (el cielo) hasta esconderse bajo el horizonte y pasar a Duat, el inframundo situado bajo la tierra a donde iban las almas de los muertos. Pero la mitología egipcia va mucho más allá al tratar de responder a preguntas como ¿por qué el brillo del sol varía durante el día?, ¿por qué nunca se detiene?, ¿por qué las estrellas aparecen por la noche y desaparecen durante el día?… Para los egipcios, el dios del Sol, Ra, presenta su máximo poder durante el mediodía y va perdiendo fuerza durante la tarde. Cuando llega hasta Akhet, el horizonte, está tan débil que escupe todos los demás dioses que se ha comido al amanecer (las estrellas). Durante su viaje por el Duat (el inframundo), Ra se une con el dios Osiris, que había sido destruido por el dios Seth. Esta unión ayuda a Ra a recuperar las fuerzas para salir del Duat y volver a aparecer en la Tierra, tragándose las estrellas de nuevo. Y los egipcios estaban convencidos de que toda esta pantomima tenía lugar cada día.

Pero estas no eran las únicas preguntas sobre el firmamento que se planteaban los egipcios, también se hacían otras preguntas como ¿por qué brilla tanto el Sol y tan poco la Luna, si los dos tienen el mismo tamaño? La respuesta resulta muy lógica, al menos para el pensamiento mágico y místico de los egipcios. Resulta que el dios Seth arrancó uno de sus ojos a Horus, dios del cielo, que luego fue sanado por Thoth. En la mitología egipcia, el Sol y la Luna se corresponden con los ojos de Horus, y la destrucción y restauración de uno de ellos, brinda la “explicación” de por qué el Sol brilla más que la Luna. Esta mezcla de astronomía y mitología también influyó en las construcciones del antiguo Egipto, como las afamadas pirámides. Por lo general, los templos se construían orientados hacia puntos del paisaje en los que tenían lugar acontecimientos celestes como los lugares por los que se ponía el sol en un solsticio o equinoccio, posiciones relacionadas con las estrellas más brillantes o, simplemente, hacia los 4 puntos cardinales. Por ejemplo, algunas pirámides contienen en su interior un largo respiradero que va desde la cámara donde está enterrado el faraón, hasta una de las caras exteriores. Este respiradero apunta directamente al área dónde se encuentran dos estrellas conocidas por los egipcios como “Los Indestructibles” (Kochab y Mizar), ¿Por qué indestructibles? porque eran dos estrellas circumpolares que en aquella época daban vueltas alrededor del Polo Norte y nunca se escondían bajo el horizonte. Los egipcios creían que esta zona del cielo custodiada por las dos estrellas que nunca desparecían, era el portal hacia el paraíso, y un túnel que apunta directamente a él sería un atajo perfecto para que el faraón pudiera alcanzarlo.

Orientación de los canales de ventilación de la gran pirámide (Fuente: Wikipedia)

Entonces, ¿Los Indestructibles de aquella época, eran similares a las Estrella Polar de hoy en día? Efectivamente, y es que el cielo nocturno que veían en el antiguo Egipto, no es igual al que se ve en Egipto hoy en día. A parte de los movimientos de traslación (alrededor del Sol) y de rotación (alrededor de sí misma) que tiene la Tierra, también muestra otro tipo de movimientos cíclicos conocidos como los ciclos de Milankovitch. Uno de estos ciclos responde al movimiento de precesión, que es el movimiento del eje de rotación terrestre, en forma circular, como si de una peonza se tratase. La Tierra tarda unos 26.000 años en dar este giro completo, por lo que a lo largo de una vida es muy difícil percibir sus efectos, pero en un periodo tan prolongado como el abarcado desde el antiguo Egipto hasta ahora, sí que podemos apreciar estos efectos. Como te habrás dado cuenta, como la Tierra da vueltas alrededor del Sol, la perspectiva que tenemos del cielo estrellado es ligeramente distinta cada día. Sin embargo, hay estrellas que están presentes en el cielo durante todo el año, sin llegar a desaparecer nunca trás el horizonte, como Los Indestructibles. ¿Cómo es posible? Pues resulta que estas estrellas están por encima o por debajo del plano del sistema solar, y por lo tanto son visibles desde cualquier punto de nuestra órbita. Como ya he dicho, el ejemplo que hoy conocemos es la Estrella Polar en el hemisferio norte, que empleamos para encontrar el norte geográfico, ya que se sitúa directamente encima del eje de rotación de la Tierra. Pero como ya se ha mencionado, el eje de rotación gira con su movimiento de precesión, haciendo que no siempre apunte en la misma dirección, y por eso los antiguos egipcios no buscaban la Estrella Polar para descubrir el norte, sino que empleaban a Los Indestructibles. Por suerte para nosotros, la Estrella Polar seguirá siendo una buena aproximación para situar el norte geográfico durante, al menos, 1.000 años más, luego será más fiables usar la estrella Alrai, y en unos 12.000 años, Vega será la estrella más cercana al norte, en el hemisferio norte.

Los egipcios desconocían el movimiento de precesión del eje terrestre y su civilización aguantó en pie casi 3.000 años, por lo que el uso de Los Indestructibles para marcar el norte fue perdiendo eficacia conforme pasaba el tiempo. Como no conocían este movimiento, sus construcciones seguían apuntando a lo que ellos creían que era el norte, aunque cada vez estaba más alejado de él. Resulta curioso, por no decir curiosísimo, que los arqueólogos de hoy en día, pueden datar el periodo en el que fueron construidas diversas estructuras egipcias, midiendo lo desviadas que estaban respecto al norte real ¡Impresionante!

Artículo basado en: