Cómo un profesor de derecho creó a los illuminati

Artículo basado en el libro: "Amos del Mundo: Una historia de las conspiraciones" de Juan Carlos Castillón.

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Hoy en día las conspiraciones están de moda, puede que sea debido a que los algoritmos de páginas como YouTube las promocionan, o puede que sea porque las gilipolleces que dicen los conspiranoicos son entretenidas como si de una película de comedia se tratase. Pero una cosa está clara, los temas conspiranoicos están en auge, y cada vez son más los terraplanistas, ufólogos, antivacunas y demás imbéciles que pululan por las redes sociales. No obstante, entre estás nuevas conspiraciones, como la de la Tierra plana, que por mucho que se diga, en la Edad Media se sabía que la Tierra era esférica y el sinsentido es originario de la actualidad; aparecen reiteradamente conspiraciones más antiguas que vuelven a salir a la luz. Entre estas antiguas conspiraciones, que en muchas ocasiones vertebran o sustentan las actuales, una de las más afamadas es la de los illuminati, y de su origen histórico hablaremos en el siguiente artículo.

En la actualidad, el grupo de los illuminati está estrechamente relacionado con los gobernadores del nuevo orden mundial, o con los dirigentes del planeta a una escala global, y son cientos de miles las entradas de Google que atestiguan mis palabras. Sin embargo, considerando lo breve y bien documentado de su existencia real, tales suposiciones parecen increíbles. La leyenda, asegura que la Revolución francesa fue organizada por los masones detrás de los cuales existía un grupo aún más oculto: las illuminati. Su procedencia mítica suele variar entre jesuitas, judios, satanistas, cabalistas… y son tan poco discretos en su secreta dominación que han dejado su impronta a la vista de uno de los símbolos más conocido y difundido en todo el mundo: el billete de 1 dólar. Ahora bien, ¿qué hay de verídico en todas estas historias? Para descubrirlo, primero estudiaremos un poco de la vida de su fundador, Adam Weishaupt.

Adam Weishaupt nació en Ingolstadt (Baviera) el 6 de febrero de 1748. A pesar de ser educado por jesuitas, debido a la temprana muerte de su padre (1753), estuvo bajo la influencia de su abuelo, director de una escuela secundaria y librepensador, que le impuso su anticlericalismo. Estudió derecho y obtuvo la cátedra de derecho canónico en la universidad de su ciudad (1775) siendo el primer laico en ocuparla, ya que anteriormente había sido ocupada por jesuitas. Fue un hombre obstinado que mantuvo polémicas con cualquiera que permaneciera un tiempo prolongado a su lado, pero no fue su carácter conflictivo el que le generó problemas en la universidad, sino los jesuitas, que a pesar de que la orden se había disuelto (de manera temporal), mantenía su influencia en las instituciones educativas. Estos conflictos académicos le llevaron a crear una facción que lo respaldara, por lo que se aproximó a los masones, pero se sintiéndose desencantado con ellos decidió crear su propia organización. En 1776, Adam creó un grupo que originalmente se llamó Orden de los Perfectibilistas. A pesar de que en su fundación sólo contaba con 5 miembros, en 1779 ya habían aparecido las colonias o logias en 4 ciudades bávaras, entre las que se repartían más de 50 miembros. Estas logias se centraron en torno a diversos temas como el republicanismo, el derecho natural o los libros de Jean-Jacques Rousseau. El ocultismo quedaba relegado a pesar de las creencias actuales, ya que lo que buscaban era una organización para el apoyo mutuo de sus miembros con el objetivo de obtener un mayor nivel de moralidad y virtuosismo.

Weishaupt estaba obsesionado con los jesuitas y con la imagen que se había creado en torno a estos religiosos como conspiradores (debido a la disolución promovida por el papa Clemente XIV), pero copió algunas características de esta organización para emularla como antijesuítica. Por ello, estableció un orden jerárquico en el que los subordinados debían obedecer ciegamente a sus superiores, tomando para sí algunas medidas basadas en el secretismo, como su contraparte (los jesuitas) que al disolverse tenían que trabajar en clandestinidad. En 1777, Adam ingresó en una logia masónica para tratar de ponerla bajo su control, pero al carecer de poder real y medios económicos, no progreso en su tentativa. Sin embargo, con la adhesión a su logia de un barón con poder, dinero y fama en los círculos masónicos, consiguió dar un giro decisivo a la organización. Le ayudó en la redacción de los estatutos y estableció los diferentes grados dentro de la orden, reservando los rangos más altos sólo para masones. Con la ayuda del barón, en dos años los miembros se multiplicaron alcanzando la cifra de 500. Los illuminati liderados por Adam y el barón trataron de alejar a los masones del ocultismo y de lo esotérico, para que dirigieran sus esfuerzos al bienestar social. Pero este racionalismo no fue bien acogido entre los masones amantes del cabalismo. Sin embargo, fueron infiltrándose en los ambientes masónicos hasta que en 1782, en la convención internacional de masonería, proclamaron a los illuminati como la única masonería pura, atrayendo a multitud de masones gracias a la fama que habían adquirido. Los integrantes se multiplicaron llegando a atraer a personalidades como el gran escritor Goethe, y emigrando a otros países de todo Europa (Polonia, Dinamarca, Rusia…).

La escuadra y el compás, símbolos de la masonería (Fuente: La Vanguardia)

Es en este momento de apogeo de la organización cuando irrumpieron los nuevos ritos y fórmulas, así como la creencia de la existencia de “superiores ocultos” en la orden. En 1783 se produjo una disputa entre el barón y Adam, en donde el primero alegaba que Weishaupt era un jesuita encubierto. Esto provocó que Adam abandonase la orden, y junto a las denuncias interpuestas hacia la organización ésta fue prohibida en 1784 por el gobierno bávaro, ya que se había prohibido a los bávaros participar en reuniones secretas, pero 1785 sí que se prohibió específicamente la orden illuminati en Baviera. En 1786, se registró la casa de uno de los miembros de la orden, de donde se extrajeron una serie de documentos relativos a los illuminati, esto provocó cierto revuelo, aún así, como dijo el Conde de Mirabeau tras interesarse por el tema, no es más que una mezquina pelea entre jesuitas semiclandestinos y masones racionalistas por el control de una universidad de provincias. En 1786, Adam abandonó su ciudad natal y se instaló en Gotha, desde donde escribió una serie de libros sobre la orden como: “Historia completa de la persecución de los illuminati en Baviera”, “Descripción de los iluminados” o “Apología de los iluminados”. Al tener que alimentar a una familia cada vez más numerosa, en 1787 renunció a cualquier relación con las órdenes secretas, y regresó a la iglesia. Murió en 1811, aunque debido a lo oscuro de sus últimos años, algunos coetáneos no se enteraron de su muerte. Por ello, incluso en sus biografías aparecen años como 1822 y 1830 para referirse a su defunción.

La mayoría de las supuestas acciones realizadas por esta orden fueron atribuidas por sus detractores o sus defensores, como es el caso de Johann August Starck, que atribuyó el origen de la Revolución francesa a los illuminati, y remontó las conspiraciones del grupo de Adam Weishaupt hasta los filósofos griegos. La policía de Baviera también indicó que la orden presentaba una compleja red de espías que aprendían habilidades como escribir con las dos manos o disimular la propia letra. Seguidores posteriores a la muerte de Weishaupt, fueron los responsables de gran parte de la simbología illuminati como Alex Crowley, que más de un siglo después de la muerte del fundador, asignó la pirámide y el ojo como símbolo de la organización. Es decir, la mayoría de la simbología y el místico imaginario que envuelven a la orden de los illuminati de Baviera, fue creada bien por sus enemigos, bien por los sucesores de la orden, por lo tanto no son intrínsecos a ella y carecen de fundamento. Los illuminati no son más que una organización común en su época de fundación, cuya historia ha sido tergiversada hasta el hartazgo por adversarios y fanáticos.

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